• El olor del dinero

    Une petite histoire écrite là-bas en juillet 2001 sur la base d'un fait-divers local et en espagnol pour la saveur du langage Nica !

    ¡Ala puta! Nos agarraron bien agarraditos. Aquí estamos enchachados mirando esta manada de jodidos insultarnos. "Tamales" gritan, "ladrones" gritan... Hijos de las cien mil puta, ¡que les hemos hecho a ustedes para que estén aquí faltándonos al respeto! Parece que medio pueblo llegó a la despedida. Ya van a encender el motor del carro y a la cárcel nos llevan. ¡Que montón de juras! Ahí están las tres Toyotas y el viejo WAS azul con un puño de policías con las AKs en las manos.

    Salados somos, con todo que salía bien. Como a las seis llegamos, nosotros dos, caminando por la calle lodosa (el invierno todavía no se acaba). El Chele llevaba el puñal, yo el saco con las cuajadas y cada quien su mochilita con unos mecates escondidos en el fondo. La noche empezaba ya y la lluvia se había acabado, al subirnos al anden frente al banco los de la luz encendieron el alumbrado público.

    Cuando yo toqué el timbre de la agencia la calle estaba vacía, demasiado temprano, las mujeres todavía delante de las novelas, los hombres tragándose la sopa. "Oye," le dije al guardia, "traigo unas cuajaditas y un queso para el gerente" enseñándole la bolsa. El muy caballo abrió la puerta y todo sucedió rapidísimo: en seguida El Chele le puso el puñal en las costillas y le dijo bajito en la oreja: "si te movés sos indio muerto". Cambió de color el moreno y puso las manos en alto retrocediendo. Ahí nomás lo amarramos y fuimos a buscar al gerente en su oficina. Claro, para ir mas fresco le quité la pistola al CPF, una 38.

    Con ese cohete nos fue fácil convencer el dueño que mejor nos abría la caja y nos entregaba la plata. A el también lo dejamos amarrado, con su empleado para que no se sintiera solitario. Los paquetes de billetes los íbamos metiendo en las mochilas, los ojos gordos de ver tanta lana junta en un mismo lugar.

    Y pues, salimos, casi riéndonos de la alegría. Sin creer lo fácil que había salido. Todo el bochinche no había durado mas de diez minutos y fuera la calle seguía vacía de gente pero llena de lodo.

    El Chele y yo somos de uno de los arrabales recientes del pueblo, ¿dónde ir si no ahí? Fuimos caminando pensando ya en una vida nueva, pasando por caminos resbaladizos y entrando en la oscuridad de los barrios pobres. Las mochilas las dejamos en mi casa, esta mas cerca de aquella calle cantinera que la del Chele y había que celebrar en grande.

    Bueno, pa que hacer mas largo el cuento, bebimos gran parte de la noche, bien bolos nos quedamos. Al día siguiente la jura nos pescó en casa.

    Hay quienes dicen que el dinero no tiene olor, pero es falso, fueron perros policíacos que nos hallaron, no por nuestro tufo a guaro sino por el tufo a cuajada de aquellos paquetes de dinero que habíamos robado.

    Para colmo ni siquiera contamos los billetes ¿hubiéramos sido ricos como príncipes o solo ricos como los comerciantes del poblado?



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